Veo por la ventana y pienso que fue un error reunirnos ese día en tu departamento. Supe que era mala idea desde que lo propusiste, pero sopesé mis opciones de manera muy superficial, así que al no tener nada en mente y con el temor de verme descortés, accedí en el lugar.
Veo por la ventana y recuerdo que ese día estabas más hermosa de lo que recordaba. Tu sonrisa coqueta y tus ojos de niña tenían un brillo extraño que yo no conocía. Mi corazón latía fuerte a un ritmo que supuse olvidado, creo que lo notaste.
Veo por la ventana y pienso en aquellas veces que fui un patán contigo. Lograba que hicieras lo que yo quisiera, incluso si no te gustaba. Al tiempo decías que no lo harías, pero eras voluble y terminabas complaciéndome sin importar qué fuera.
Veo por la ventana y recuerdo las veces que durante un abrazo me decías quedito que querías estar conmigo eternamente y yo respondía que sí. Y para mis adentros pensaba en que sí, siempre y cuando la eternidad durara un par de meses más.
Veo por la ventana y pienso en la mancha en el suelo de tu departamento, tus manos rojas con mi sangre, y yo tirado en el piso con mis sentidos abandonándome uno a uno mientras me susurrabas que todo estaría bien.
Veo por la ventana y recuerdo el frío, un frío de muerte succionándome la vida y mi conciencia aferrada con garras a esa vida que se me iba. Tenía demasiados planes, mucho por qué vivir, no quise morir.
Veo por la ventana y mientras acaricio estos nuevos colmillos pienso que no me sientan mal, pero por sobre todo pienso que cuando decías eternamente hablabas condenadamente en serio.
Felipe Quiñónez.